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domingo, 12 de julio de 2015

Restaurante ODDS, Serrano, 110 (Madrid) #CocinaMediterránea

Anoche tuvimos el acierto de salir un par de amigas y yo a cenar a un nuevo restaurante madrileño. Se trata de Odds, en Serrano, 110, a la altura de Diego de León. Y fue un acierto, porque cuando se va por vez primera a un sitio nuevo, no sabes exactamente si lo que vas a encontrar allí te va a gustar o no, y en este caso, a nosotras nos encantó. Ocurre a veces que cuando uno pone toda su ilusión y energía en algo, normalmente (al menos en mi caso), la cosa suele salir bien. Pero, no siempre esto está garantizado. Es a lo que llamamos probabilidad. Es decir, la posibilidad que existe entre varias posibilidades, que un hecho o condición se produzcan. Y eso es exactamente lo que significa Odds: palabra inglesa, cuya traducción al español es probabilidad. Podía salir bien, o no, gustarnos o dejarnos con indiferencia. Pero, efectivamente, ¡chapó! 
Una de las experiencias más bonitas y positivas que podemos tener es la de compartir alrededor de una buena mesa. Y eso es lo que vivimos anoche en Odds. Nos gustaron mucho la ensalada de bogavante, divertida, abundante y deliciosa, y la de espinacas frescas con su queso y sus frutos secos. Los aliños, la frescura del producto y las cantidades lo mejor. A continuación, un joven, risueño  y prometedor jefe de cocina, Roberto Ariza, nos sorprendió con un refrescante y riquísimo gazpacho de sandía, que nos encantó. Seguimos con unos raviolis con setas, con el que (y no exagero), enmudecimos, de lo que nos gustó. Y el tataki de atún, como broche final, con sus algas wakame, muy sabroso y ligerito. Dos ricos postres, para rematar la faena, uno a base de carpaccio de piña con Cointreau y el otro, una copa de generoso tamaño, a base de chocolates negro y blanco, digno de olvidarse por completo y por un instante de la dieta y del colesterol. José Videira, gerente y director de sala y terraza, no pudo tratarnos mejor, haciéndonos en todo momento sentirnos como en casa. Y por último, Ariel Toledano, dueño y "culpable" de haberle dado vida a este sueño y restaurante, remató la velada, conquistándonos con su simpatía y trato amable y cercano. Quizás lo más sorprendente del equipo sea su juventud, una gran jovialidad y muchas ganas de  agradar y de conseguir que todo aquel que se siente en alguna de sus mesas, se marche con las dudas despejadas sobre si valdrá la pena o no, y con la certeza de volver sin duda, porque, "probabilidades" aparte, tienen todos los ingredientes y toda la pinta, de que hay cuerda para rato y el tiempo lo demostrará. 
Se puede cenar tanto dentro como fuera. La terraza es más que agradable. Económicamente asequible. Y muy buena zona. ¿A que lo vais a probar? Sí o sí, ¡merecerá la pena!