domingo, 27 de noviembre de 2016

Dehesa Casablanca

En la bellísima Salamanca, en la comarca de Ciudad Rodrigo concretamente, se encuentra una maravillosa dehesa dedicada a la cría de cerdo de raza ibérica y a la venta de los productos obtenidos. Esta región castellano leonesa se caracteriza por dicha actividad, debido entre otros factores a la propia geografía y ecosistema. Amplias zonas de monte de encina y una vegetación rica y variada, da lugar a bellísimos parajes donde los cerdos pueden criarse con libertad, y crecer así sanos y en perfecta armonía y simbiosis con la naturaleza. La familia Pascual Alfonso, liderada en la actualidad por las hermanas Rocío y Mar, nos reciben en su dehesa y nos abren las puertas no sólo de sus instalaciones, si no hasta de su propia casa. Absolutamente entregadas a su trabajo, son las capitanas de esta empresa familiar, la cual dirigen a la perfección, así como con absoluto tesón, con gran sabiduría e ilusión para conseguir la excelencia en todos los procesos que día a día son necesarios para la obtención de un producto exclusivo y de una calidad excepcional y de lujo. Lo que comenzó como un simple hobby del padre de Mar y Rocío, Don Ernesto Pascual, ha acabado siendo una importante empresa referente en la elaboración de productos ibéricos de muy alta gama y excelentes calidades. Conservan la forma tradicional de producción y elaboran artesanalmente cada uno de sus  productos ibéricos: jamón, paletilla, lomo, salchichón, chorizo o la joya de la corona, el lomito ibérico, una auténtica delicia que sale de la pieza que conocemos como secreto del cerdo ibérico.
Visitar la finca es como recorrer un paraíso. Repleto de enormes encinas verdes y frondosas, y alcornocales, se puede observar la abundancia de bellotas tanto en los propios árboles como en el suelo a lo largo de todo el recorrido y del paisaje. Grandes charcas para que puedan hidratarse los animales, cuya cifra actual es de 1.500 cerdos al año. Una cifra nada desdeñable, teniendo en cuenta los mimos y cuidados que reciben todos y cada uno de ellos desde que nacen y hasta que se les sacrifica. 
Los más pequeños, ante nuestra visita,  acuden raudos y veloces a la llamada de su cuidador en la finca, el cual se encarga de que la alimentación sea excelente. Fruto de ello es la perfecta musculatura que desarrollan y es que puede verse la forma del jamón en todos ellos ya desde pequeñitos. 

Otro paraíso es la fábrica, cuyas bodegas contienen verdaderas joyas gastronómicamente hablando. De aquí salen y saldrán auténticas maravillas destinadas al consumo final en restaurantes, tiendas, supermercados. Dehesa Casablanca es mucho más que una marca cualquiera, es una seña de identidad, resultado de mucho amor y de una gran entrega y dedicación; es la apuesta de dos grandes mujeres, Rocío y Mar, por sacar adelante un proyecto homenaje a la labor que tantos años atrás dedicó y desempeñó su padre. Lucen con orgullo y satisfacción, y pueden tranquilamente seguir haciéndolo por los siglos de los siglos, cada rincón de este paradisiaco enclave salmantino. El mismo orgullo y la misma satisfacción que he sentido yo sentándome a la mesa con el resto de acompañantes y con esta gran familia, cuya matriarca, Rocío Alfonso, toda una anfitriona, nos obsequió con abundantes viandas de cosecha propia por supuesto, incluidas tortillas de patatas (exquisitas es poco), asi como unas patatas meneás, secreto a la brasa con leña de encina (insuperable) y flan de queso, que todo hay que decirlo, repetimos y todo. Hospitalidad en estado puro. Tres mujeres al frente de una empresa familiar con un gran futuro y que sin duda, darán mucho hablar. 

Quiero mencionar también a Alidis, el gran vino que nos acompañó, cortesía de Viña Mambrilla, que armonizó y ensambló perfectamente los aromas, los sabores y todo el carácter y la personalidad de la Dehesa Casablanca. 

Un gran día y un grandísimo descubrimiento, imprescindibles productos en toda buena mesa que se precie.








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